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Welcome To The Family

1: Una llamada telefónica, una casa familiar y un recibimiento muy particular.

La vida en Georgia va viento en popa para la jovencísima Ana O'Donell, que apenas tres años después de acabar la carrera de periodismo ha encontrado el trabajo de sus sueños escribiendo artículos para un pequeño diario independiente que tiene su sede en un también pequeño apartamento de la Washington Avenue con el 35 de Crey Street. A sus veinticuatro años, las cosas no podrían estar yéndole mejor: tiene su propio apartamento en el centro de Atlanta, un grupo de amigos considerablemente grande y un novio estable desde hace ya unos cuantos años, y aunque lleva apenas unos pocos meses en la empresa se ha convertido en la empleada favorita de Valerie, su jefa, que no ha tardado en colocarla como encargada de departamento. Risueña, alegre y responsable, Annie, como cariñosamente han empezado a apodarla sus compañeros, es sin duda una joven ejemplar.

Hoy, el último miércoles del mes de mayo, la muchacha de larga y ondulada melena castaña está, como cada tarde, sentada en la mesa de su despacho, apurando los últimos renglones del artículo que está escribiendo para poder irse a casa y poner por fin punto y final a la larga jornada de trabajo. Sus enormes ojos color verde esmeralda, adornados con dos hileras de pestañas largas y negras como el azabache, están clavados en la pantalla del ordenador que tiene frente a ella, y sus manos finas se mueven tan rápidamente por el teclado que casi no da tiempo a ver lo que está escribiendo. Los últimos rayos de sol de la tarde con sus tonos melancólicos y anaranjados se cuelan por entre las cortinas blancas, llenando la habitación de ese color dorado tan característico de las tardes de verano, y Ana está tan concentrada con su trabajo que casi le da un infarto cuando oye sonar el teléfono que está apoyado sobre su escritorio. Con un suspiro disimulado, cierra el portátil y descuelga el aparato, llevándoselo a la oreja- Georgia Daily, ¿dígame?

Giirgii Diily, ¿dígimi? -Responde en tono burlón una voz femenina al otro lado del teléfono- Caray, nena, antes no eras tan formal... -Ríe, y sus carcajadas se contagian a Ana, que sacude la cabeza y se reclina hacia atrás en su comodísima silla de oficina. Se trata de Elizabeth, su mejor amiga casi desde que tiene uso de razón- Lo sé, no termino de acostumbrarme.

Al otro lado del teléfono, Eli suspira- ¿Mucho trabajo?

Como si su amiga pudiese verla, Ana pone los ojos en blanco y resopla- No te lo puedes ni imaginar, esta semana ha sido horrible... No sabes cómo me alegro de escuchar una voz amiga, lo necesito de vez en cuando -Ríe, haciendo reír también a Eli, que toma entonces la palabra- ¿Qué tal te va? ¿Cómo está Josh?

Annie se coloca un mechón de pelo detrás de la oreja y lanza una mirada rápida al reloj de pared que está clavado sobre la puerta y que ahora marca las siete y cinco- Bien, bien, todo bien. De hecho he quedado para cenar con él esta noche, es nuestro aniversario... -sonríe sin poder evitarlo, bajando la mirada al suelo casi con timidez.

Eli suspira, sonriendo también desde el otro lado del teléfono- ¿Seis años ya?

Ana suspira también y asiente- Seis... Y aún recuerdo cuando éramos pequeñas y estábamos convencidas de que acabaríamos casándonos la una con la otra -ríe, contagiando a su amiga, que es quien toma la palabra- ¿Por qué hablas en pasado? Yo sigo convencida de ello, simplemente tengo que quitarme a Josh de encima...

Ana suspira y sacude la cabeza, hablando sin borrar su sonrisa aunque acortándola un poco- Bueno, la verdad es que en poco tiempo vas a tener vía libre...

Extrañada por las palabras de su amiga, Eli deja caer sobre su voz un ligero matiz de seriedad- ¿A qué te refieres?

La chica de ojos verdes suspira de nuevo, esta vez más largamente, y habla con la mirada perdida en la ventana que tiene frente a su escritorio, enredado un mechón de pelo entre sus dedos, distraída- Josh se va a Australia la semana que viene... Ya sabes, trabajo, como siempre...

¿Hasta cuándo? -Insiste Eli. Ana le responde en un tono casi triste- Hasta finales de agosto o principios de septiembre... casi tres meses.

Eli habla ahora en un tono casi apesadumbrado- ¿Tanto tiempo? ¿Normalmente no se iba un par de semanas o así?

Ana vuelve a suspirar y asiente- Sí, pero esta vez le han contratado por más tiempo. Al parecer se trata de un proyecto importante, quieren construir un complejo hotelero inmenso y necesitan que esté allí durante todo el verano... Me ha pedido que me vaya con él pero... -chasquea la lengua- no sé, Eli. Al fin y al cabo él va a estar trabajando todo el día, y yo tampoco quiero pasarme las vacaciones encerrada en la habitación de un hotel... Ojalá pudieses venir conmigo, todo sería bastante diferente -ríe, aunque con bastantes pocas ganas, coreada por su amiga, que toma de nuevo la palabra- Ojalá tú y yo perdidas por Australia de la mano de un buen... -¡Eli! -le interrumpe Ana, ahora sí riéndose a carcajadas. Intentando aparentar normalidad y contener la risa por mucho que le cueste, Elizabeth se encoge de hombros desde el otro lado del teléfono- ¿Qué? Ni que fuera mentira. -Pone los ojos en blanco- Oye, ¿Qué demonios te pasa? Has acabado una carrera con muy buenas notas, tienes trabajo, llevas seis años con tu novio y estoy segura de que eres de esas que no comen un trozo de tarta ni aunque se estén muriendo de hambre y sea la última comida que quede sobre la faz de la Tierra... Crecer te ha sentado fatal -ríe, haciendo reír también a Ana, que sacude la cabeza- Sí, lo cierto es que yo también me sorprendo a mi misma cada vez que lo pienso... Creo que es porque llevo demasiado tiempo sin verte, necesito tu mala influencia en mi vida de una vez...

Con una sonrisa amplia que Annie puede ver perfectamente a pesar de no tener delante a su amiga, Eli pone los ojos en blanco- Bueeeeno... Lo cierto es que yo también he cambiado un poquito...

Ana arquea una ceja y sonríe cabronamente de medio lado- ¿Es por ese chico con el que estás viviendo ahora...? ¿Zacky o algo así?

¿Chico? -Eli suelta una carcajada sarcástica- ¡Chicos! Y cinco además. -resopla- Te juro que a veces tengo la sensación de que vivo con niños y no con hombres adultos...

Totalmente pillada por sorpresa, Ana arquea las cejas- ¿Cinco? -Sacude la cabeza- Joder, puede que yo me haya vuelto una rancia en estos dos años que llevo sin verte, pero desde luego que tú te has modernizado más de lo que pensaba... -ríe, haciendo reír a su amiga también- ¡Idiota! -exclama Eli, sacudiendo la cabeza- Son los amigos de Zacky. Bueno, mejor dicho, sus compañeros de trabajo. Empezaron quedándose 'unos días' para trabajar en el disco nuevo y bueno... ese disco salió ya hace año y medio y ellos siguen aquí... -ríe- Lo cierto es que son encantadores, todos ellos. Son amigos desde pequeños, en cierto modo me recuerdan a nosotras... Aunque nosotras no bebíamos tanta cerveza -ríe, coreada por Ana. El silencio se hace entre ambas durante un par de segundos hasta que finalmente hablan al unísono- Bueeeeeno... -Y esto solo hace que arrancar sus carcajadas aún con más ganas. Incapaz de borrar su sonrisa, Eli suspira largamente- Ahhhhhh nena, te echo de menos. No puedo creerme que lleve casi un año con mi novio y tú todavía no le conozcas, esto cuando éramos más jóvenes era impensable...

Ana pone los ojos en blanco, sonriendo de medio lado- Eli, cuando éramos más jóvenes era impensable que tuviésemos novio...

Su amiga ríe, asintiendo- Sí, definitivamente llevar dos años sin vernos nos ha sentado fatal... ¿Por qué no te pasas por California cuando cojas las vacaciones? Yo acabo el contrato con la oficina de turismo dentro de una semana, a partir de entonces estaré en casa sin hacer nada... Si tú vas a estar sola en Georgia y no tienes planes sería genial que te pasaras por aquí... Además, estoy segura de que los chicos iban a caerte genial...

Annie suspira, enredando un mechón de pelo entre sus dedos con la mirada clavada en el suelo, pensativa- ¿A California...?

Eli se apresura a asentir como si su amiga pudiese verla- Puedes quedarte todo el tiempo que quieras, como si quieres esperar a que venga Josh... -ríe- Nosotros te enseñaremos esto y nos encargaremos de que te lo pases bien... Cuidaremos de ti, nena.

Ana suspira largamente y se rasca la nuca, pensativa- ¿Estás segura de que no es molestia? ¿Tienes sitio de sobra y todo eso?

Al otro lado del teléfono, Elizabeth pone los ojos en blanco, soltando un resoplido de pura incredulidad- ¿¡Bromeas?! -Sacude la cabeza, sonriente- Voy a colgar porque se reclama mi presencia en el piso de abajo, creo que Pinkly ha vuelto a cagarse en la alfombra... Mañana te llamo otra vez, y espero que para entonces tengas los billetes en la mano.

Sin entender nada, Ana frunce el ceño- ¿Pink-¡Hasta mañana! -Le interrumpe Eli justo antes de colgar, sin darle tiempo a decir nada. Típico, piensa para sí la muchacha de pelo castaño, que pone los ojos en blanco y sacude la cabeza con una media sonrisa dibujada en sus labios para, acto seguido, dejar el teléfono en su base, junto al ordenador.
Casi sin darse cuenta, se queda completamente ensimismada, con el codo derecho apoyado sobre el escritorio, la barbilla apoyada sobre su mano y la mirada perdida en la ventana, dándole vueltas y más vueltas a la conversación e imaginándose la cantidad de locuras que Eli y ella podrían hacer si finalmente aceptase su invitación de ir a California. De todas formas Josh va a irse en pocos días, no tenía nada pensado para el verano y francamente no podría ocurrírsele nada mejor que pasar una temporada con su mejor amiga...

Volviendo al mundo real en cuestión de un par de minutos después de haber dejado vagar su mente, Annie sacude la cabeza y suspira, volviendo a dirigir su atención al ordenador. Mentiría si dijese que ahora mismo no se muere de ganas de salir corriendo de ese despacho agobiante y coger el primer avión rumbo a California, pero aún tiene un par de cabos que atar antes de irse, y uno de ellos es terminar ese maldito artículo. Así pues, con un suspiro largo, la muchacha enciende de nuevo el ordenador, aunque guiada por sus impulsos, esta vez no va directamente a la página en la que estaba escribiendo su artículo, sino que lo primero que hace es buscar la página web de American Airlines, todo ello con la sombra de una sonrisa dibujada en sus labios.

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Dicho y hecho, Ana no necesitó pensárselo durante más de diez minutos para finalmente decidir hacerse con un par de billetes de ida y vuelta a California. Las ganas de reencontrarse con su mejor amiga y conocer su nueva vida hicieron que las dos semanas que separaban aquella llamada de teléfono del día del viaje se le antojaran como años, pero finalmente, tras una dura semana de trabajo y una dura despedida de su novio Josh, el gran día llegó. Annie cogió el avión desde el aeropuerto de Hartsfield-Jackson a las nueve de la mañana de un día frío y lluvioso a pesar de estar en pleno mes de junio, pero cuando, cinco horas más tarde, aterrizó en Orange County, el panorama había cambiado por completo. El sol brillaba con fuerza y los termómetros anunciaban temperaturas de lo más veraniegas, de modo que el verano podía sentirse en el aire. Tal y como prometió, Eli fue a buscarla al aeropuerto y ambas se recibieron con un eterno abrazo que no compensó los dos años y medio que llevaban sin verse pero que desde luego necesitaban darse. Cargando con una maleta cada una, las dos amigas abandonaron por fin el aeropuerto y cargaron el equipaje en el Range Rover negro de Eli, saliendo a toda velocidad del párking de camino, por fin, a casa.

Las dos muchachas van ahora sentadas en el comodísimo vehículo, con las ventanillas ligeramente bajadas de modo que la brisa se cuela a través de ellas y hace ondear la melena castaña de Ana y la de su amiga, negra como la noche. Mientras Thunder Road de Bruce Springsteen resuena a un volumen bastante considerable a través de los altavoces, las muchachas conversan animadamente y ríen ilusionadas, como si sin saberlo estuviesen a punto de vivir el verano de sus vidas. Ana viaja permanentemente atenta a la ventanilla, maravillándose con el paisaje que se alza a ambos lados de la carretera. Prácticamente todo es desierto, un desierto ahora bañado por el sol de la mañana, con altísimas colinas rocosas y millones de cactus repartidos por todo el territorio como si realmente se tratase del set de rodaje de una película de indios y vaqueros. Todo es radicalmente diferente a lo que ella está acostumbrada a ver, pero le encanta. En Atlanta, por supuesto, no hay desierto, y ver un cactus es directamente imposible. Llueve tanto y hace tanto frío que a veces la muchacha se pregunta cómo es posible que incluso un árbol pueda aguantar temperaturas tan extremas, pero sin embargo, Georgia sigue siendo considerado uno de los rincones más verdes del planeta, la antítesis perfecta de lo que ahora mismo la rodea.

Disfrutando de los rayos de sol que bañan su piel a través del cristal y de la suave brisa que entra por la ventanilla, Annie dirige su mirada a Eli, que mantiene su mirada escondida tras unas oscurísimas gafas de sol y los cinco sentidos puestos en la carretera- Cuando hablamos por teléfono me dijiste que los amigos de Zacky se habían quedado en tu casa mientras preparaban el nuevo disco...

Eli asiente, sin apartar la mirada de la carretera- Sep, así es. Y llevan ya casi dos años comiéndose mi comida, bebiéndose mi cerveza y cagándose en mi alfombra. -Ríe, especialmente al ver la cara de sorpresa de Ana. Sacude la cabeza- Quiero decir, no ellos, sino Pinkly, la perrita de Brian. Ya la conocerás, es encantadora. Al principio seguramente la odies y tengas ganas de matarla pero...-Eli. -Le interrumpe su amiga, mirándola con una ceja arqueada. La morena le lanza una mirada rápida para después volver a mirar al frente, algo confusa- ¿Qué pasa?

Sin cambiar su expresión, Ana sonríe de medio lado- ¿Vas a decirme de una vez quiénes son tus compañeros de piso? Te conozco, llevas dos semanas evitando la pregunta...

Eli ríe y asiente- Así es, llevo dos semanas evitando la pregunta. -Chasquea la lengua- No seas impaciente, nena, en pocos minutos lo descubrirás. Además, seguro que cuando lo hagas me habrás agradecido no chafarte la sorpresa... -Sonríe cabronamente al pronunciar esta última frase.

Sabiendo perfectamente que no va a ser capaz de sacarle ni un ápice de información a su amiga, Annie pone los ojos en blanco y sacude la cabeza con una media sonrisa adornando sus labios, volviendo a perder la mirada en la ventanilla y dejándose capturar completamente por el paisaje. Lo cierto es que se muere de ganas de llegar a casa y saber qué es lo que la espera allí.

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Cuando el enorme coche negro enfila la calle que las llevará a su destino, Ana casi se siente obligada a reprimir una sonrisa de pura emoción. El barrio es pequeño y acogedor, con casas modestas y jardines bastante bien cuidados, y se respira un aire de tranquilidad que desde luego es realmente difícil de encontrar en Atlanta. Los ojos verdes de la muchacha recorren, inquietos y curiosos, los jardines de las casas, encontrándose de vez en cuando con algún vecino regando las plantas, recogiendo el correo o simplemente niños que se entretienen con la manguera disfrutando los primeros y calurosos días de sus vacaciones de verano. Está tan metida en su propio mundo que cuando quiere darse cuenta, Eli está ya entrando en el garaje.

La chica de pelo negro agarra el volante con firmeza y mantiene la mirada en el frente ahora que se ha echado las gafas hacia arriba y las lleva puestas a modo de diadema, procurando ver lo mejor posible para no rozar el coche con ninguno de los diversos cachibaches que hay tirados por el garaje, entorpeciendo el paso del vehículo. Completamente concentrada en lo que está haciendo, habla para sí en un murmullo que Ana alcanza a escuchar y que le arranca una risilla por lo bajo- Voy a matar a esos tíos, les dije mil veces que no dejasen cosas tiradas por el garaje...
Finalmente, la ahora bastante estresada muchacha de ojos oscuros logra situar perfectamente el coche en su estacionamiento, así que apaga el motor y con un suspiro saca la llave del contacto para después mirar a Ana con una sonrisa amplia y emocionada- Bueno, empieza la fiesta.

Annie sacude la cabeza, pone los ojos en blanco y ríe por lo bajo, abandonando el vehículo- Miedo me das...

¿Miedo? -Pregunta Eli, que mira a su amiga con las cejas arqueadas y una sonrisa amplia mientras rodea el coche por la parte trasera en dirección al maletero, abriéndolo y disponiéndose a sacar las maletas. Apresuradamente, Ana se coloca a su lado para ayudarla, hablando también con una sonrisa- La última vez que pasé un verano contigo acabé volviendo a casa con un tatuaje y mis padres casi me echan de casa...

Eli ríe y cierra el maletero, lanzando una mirada rápida a los pies de su amiga para después mirarla a los ojos, sonriendo con malicia- ¿Aún lo tienes?

Ana alza el pie derecho y se baja un poco el calcetín, dejando a la vista una 'E' tatuada en su tobillo y ya bastante borrosa por el paso del tiempo. Sin decir nada, arquea una ceja y le devuelve la mirada, sonriendo de medio lado.

Casi con incredulidad, la muchacha de pelo negro suelta una carcajada y da una palmada de pura emoción, mostrando también su tobillo en el que tiene tatuada una 'A', tan castigada por los años como la de su amiga- ¡Ay, cómo te echaba de menos! -Exclama, abrazando a Ana entre risas por parte de ambas.
Cuando se separan, cada una agarra una maleta y es Eli quien toma de nuevo la iniciativa, hablando con una sonrisa imborrable mientras camina hacia la puerta de madera que comunica el garaje con la casa- Acabas de llegar y ya tengo ganas de atarte a la cama para que no te vayas.

Ana, abriéndose paso dentro de la enorme casa detrás de su amiga, arquea las cejas y suelta una carcajada sarcástica- Créeme, no tengo ganas de compartir cama con tu novio y contigo...

Al escuchar este comentario, Eli frena en seco y se dirige a su amiga con una ceja arqueada y haciendo verdaderos esfuerzos por contener la risa- ¿Y conmigo solo?

Annie sonríe cabronamente y le guiña un ojo- Cómo me conoces...

Las dos muchachas rompen a reír, y sus carcajadas inundan el pasillo mientras avanzan hacia la entrada de la casa. Cuando llegan, lo que Ana descubre ante sus ojos la deja totalmente encandilada. Partiendo de la base de que son seis personas las que viven allí, la casa es enorme, pero además está muy bien decorada, con el suelo de madera oscura y las paredes repletas de cuadros de lo más variopintos, dándole un toque muy moderno a la estancia. Deteniéndose junto a la puerta principal, Eli suelta la maleta y alza voz- ¡Ya estamos en casa! -Pero no obtiene respuesta alguna, así que, extrañada, frunce ligeramente el ceño y habla en un murmullo que Ana alcanza a escuchar- Vaya, no hay nadie. -Con un suspiro, se lleva las manos a la cintura y mira a su amiga, que le devuelve la mirada con expectación- Tu habitación está arriba, junto al aseo. Te acompaño para que dejes las cosas y mientras tú te instalas y todo eso yo me doy una ducha, que no aguanto más este calor asqueroso. -Ana asiente y Eli agarra de nuevo la maleta y emprende la marcha hacia las escaleras de madera, continuando con su discurso- Si quieres cuando acabe de ducharme te hago el tour oficial de la casa, aunque creo que puedes hacerlo tú sola... -ríe- Vivo con cinco hombres, por definición la casa no puede tener una distribución muy compleja si hemos sobrevivido hasta ahora, así que dudo que te pierdas...

La joven de ojos verdes, que sube las escaleras detrás de su amiga, suelta una risilla por lo bajo- Tranquila, si me pierdo te llamo por teléfono...

Eli, que por fin ha llegado al segundo y último piso, pone los ojos en blanco y sacude la cabeza, hablando mientras avanza pasillo adelante, haciendo rodar la maleta sobre el suelo de moqueta color crema- Qué exagerada eres, hija mía... -ríe.

Lo cierto es que su habitación es bastante más grande de lo que Ana llegó a imaginarse en un principio, y desde luego mucho más luminosa. El suelo está cubierto enteramente por una alfombra de color rosa pálido y las paredes están pintadas de un gris tan claro que casi parece blanco. A través del gigantesco ventanal con un pequeño balcón que da al jardín se cuelan los rayos de sol que ahora traspasan las cortinas blancas, llenando la estancia con la alegre luz de la mañana de un día de verano, y la cama matrimonial de sábanas blancas que está apoyada contra la pared frente a la puerta casi parece llamarla a gritos. En comparación con el resto de la casa, la decoración es bastante austera, pues cuenta únicamente con un armario empotrado, un escritorio de madera oscura y una mesilla de noche junto a la cama, aunque a Ana le resulta de lo más acogedora.
Recorriendo con sus despiertos y curiosos ojos verdes cada milímetro de la estancia, la muchacha se queda parada junto a la puerta con la imborrable sombra de una sonrisa dibujada en las comisuras de sus labios. Eli, por su parte, se abre paso dentro de la habitación y se dirige al armario, abriéndolo de par en par solo para dejar a la vista lo vacío que está salvo por unas cuantas perchas que cuelgan de una barra metálica- No es muy grande, pero mientras no seas Paris Hilton creo que tendrás espacio de sobra para la ropa -ríe, haciendo reír también a Ana, que dejando la maleta junto a la puerta camina hacia la cama y se deja caer a peso muerto sobre el colchón, rebotando un par de veces y perdiendo la mirada en el techo- Dios, creo que en mi vida me había alegrado tanto de tumbarme en una cama...

Eli, aún de pie junto al armario, se gira y mira a su amiga con una ceja arqueada y una mano en la cintura- Pues no te acomodes mucho, bonita, que esta noche nos vamos de fiesta...

Ana le lanza entonces una mirada de cordero degollado bastante bien fingida que arranca las carcajadas de la chica de pelo negro mientras se dirige a la puerta- Madre mía, pues sí que te ha afectado crecer. Si ya estás así el primer día no quiero saber cómo vas a llegar al último...

Con la mirada aún clavada en el techo, Ana habla con una sonrisa amplia y una ceja ligeramente arqueada- Solo espero que al menos me entierres en un lugar bonito...

¡En mi jardín! -Responde la voz de Eli en eco desde el pasillo, haciendo reír a su amiga.

Lo siguiente que Annie alcanza a escuchar es una puerta cerrándose al final del pasillo, seguramente la del baño. El silencio se hace en el piso de arriba durante un par de minutos hasta que finalmente la muchacha de ojos verdes sacude la cabeza, volviendo en sí, y se pone de pie con un suspiro, comenzando a instalarse. Lo primero que hace es recogerse su larga melena castaña y ondulada en una coleta alta para después quitarse los vaqueros largos que llevaba puestos y cambiarlos por unos cortos que le permitan sobrellevar las elevadas temperaturas. Aún vistiendo su camiseta blanca de tirantes, comienza a deshacer las maletas y a colocar ordenadamente la ropa en el armario, y cuando por fin termina se lleva las manos a la cintura y rodea la habitación con la mirada, sonriendo de forma imperceptible y orgullosa. Hace más o menos media hora ese era para ella un lugar totalmente extraño, pero ahora que ha colocado sus cosas le parece bastante más hogareño, como si en el poco tiempo que lleva ahí ya hubiese empezado realmente a sentir ese cuarto como suyo.

Parándose un momento en el espejo de pared que está situado junto a la puerta, Ana se dedica un último vistazo rápido y abandona por fin la habitación, sorprendiéndose ante el silencio que reina aún en la casa. Al fondo del pasillo puede escuchar el suave murmullo del agua de la ducha que le indica que Eli sigue en el baño, así que no le va a quedar más remedio que explorar la casa ella sola. Por un momento, la idea con la que antes bromeó acerca de perderse y tener que llamar a su amiga por teléfono para que acudiera en su busca dentro de su propia casa la hace sonreír para sí mientras avanza de camino hacia las escaleras, aunque lo cierto es que en una casa de tales dimensiones es algo totalmente factible para una persona con tan pésimo sentido de la orientación como ella.

Una vez en el piso de abajo, Annie da comienzo a su aventura aprovechando que el resto de los ocupantes de la vivienda aún no han llegado. Primero se da un paseo por la cocina y luego le toca el turno a la sala de estar, que la deja totalmente maravillada con su kilométrica televisión, su chimenea de leña y sus hermosos sofás de impecable terciopelo granate. Acto seguido, se adentra de nuevo en el recibidor, contemplando por segunda vez y con más detenimiento esos cuadros que tanto llamaron su atención cuando llegó. Lo cierto es que son bastante abstractos, llenos de colores y dibujos difíciles de adivinar, y a juzgar por la pequeña firma en inteligibles letras blancas que tienen en la parte de abajo debieron de haber sido hechos por algún amigo de la familia. Con sus cinco sentidos más activos que nunca, la joven se encamina casi sin darse cuenta por otro de los interminables pasillos de la casa, aunque a diferencia de los demás, este no da a otro pasillo nuevo sino que termina en una enorme puerta de madera oscura que permanece cerrada. Completamente movida por la curiosidad y sin pensárselo dos veces, la joven decide probar suerte e intentar abrir la puerta, sorprendiéndose gratamente ante el hecho de que no esté cerrada con llave. Sin embargo, aún es mayor la sorpresa que se lleva cuando sus ojos se adaptan a la escasa luz de la sala y logra por fin vislumbrar su interior, hasta el punto que siente que por un momento el aire se le queda atrapado en los pulmones. Frente a su atónita mirada se despliega una habitación enorme con suelo de madera cubierto por una inmensa alfombra en color granate y paredes de piedra de las que cuelgan un total de seis guitarras, cuatro eléctricas y dos acústicas, un par de bajos y un número bastante grande de fotografías, pósters y discos dorados y plateados enmarcados con inscripciones grabadas debajo. Al fondo del todo de la estancia se encuentra una enorme chimenea de ladrillo estilo rústico y al lado derecho de la misma, junto a la pared y ocupando casi todo el largo de la habitación, hay una barra de bar de madera oscura con la parte de arriba en mármol blanco y unos cuantos grifos de cerveza que sobresalen desde la parte de atrás. En el lado izquierdo, por el contrario, hay un par de enormes sofás de cuero negro situados alrededor de un gigantesco televisor de pantalla plana que cuelga de la pared. Por otro lado, los enormes ventanales, cubiertos por tupidas cortinas granates que impiden que entre más luz de la necesaria, contribuyen a dar a la sala un aspecto un tanto lúgubre pero atrayente al mismo tiempo, casi místico.
Ana, que se ha quedado paralizada en el umbral de la puerta, está segura de que solamente lo que hay dentro de esa sala es bastante más caro que la casa entera, y de repente miles de dudas relativas a los compañeros de su amiga comienzan a asaltarla. Si tienen viven en una casa tan grande y pueden permitirse una... decoración tan lujosa es porque deben de tener bastante dinero, y si tienen bastante dinero eso quiere decir que son gente importante. Definitivamente tiene muchas, muchísimas preguntas, pero todas ellas se disipan de golpe de su cabeza en cuanto sus ojos verdes aterrizan de lleno en una de las guitarras que, por alguna razón que desconoce, llama su atención por encima de las demás. Está colgada de la pared sobre la chimenea y lo cierto es que es una guitarra bastante particular, pues no se parece a ninguna que Ana haya visto antes. Es enteramente negra y está adornada con rayas blancas de distinto grosor, y el clavijero tiene una extraña forma que parece terminar en dos pequeños cuernos hacia arriba.
Movida por la curiosidad, la muchacha se adentra por fin en la estancia y echa a andar hacia la chimenea, desde luego sin desaprovechar la oportunidad de pasear sus ojos claros entre la oscuridad por cada centímetro de la habitación, maravillándose cada vez más con lo que encuentra a su paso. Cuando alcanza por fin su objetivo, se detiene frente a la guitarra y la observa con detenimiento, cada una de sus rayas, los cuidadísimos detalles del mástil que reza 'Syn' en letras blancas, la peculiar forma del clavijero y la extraña forma casi romboidal de la caja de resonancia.
Ana estira su brazo derecho y la cálida palma de su mano entra en contacto con el frío de la madera con la que está construido el instrumento, enviando un escalofrío que recorre de arriba abajo el cuerpo de la joven. Sin duda alguna esa guitarra tiene que costar una auténtica millonada, y la verdad es que prueba de ello es, en parte, lo maravillosamente bien cuidada que está, pues reluce como si fuese de azabache y las cuerdas plateadas brillan como si acabasen de ponerse. ¿Quienes son estos chicos?, piensa para sí.

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No muy lejos de allí, la puerta de entrada de la casa se abre de golpe y un grupo de tres hombres altos, corpulentos y enteramente tatuados se abre paso dentro del recibidor, rompiendo totalmente con la estética hogareña y familiar de la casa- ¡Mamá! ¡Ya estamos en casa! -Exclama con una sonrisa sarcástica el que entra el primero, un muchacho alto y musculoso con la cabeza rapada y las orejas dilatadas. Lleva puestos unos pantalones de camuflaje en color verde oscuro que le llegan a la altura de las rodillas y una camiseta negra sin mangas que deja a la vista sus fortísimos brazos, plagados de tatuajes de diferentes tamaños y colores. Su sonrisa deja ver un par de hoyuelos junto a las comisuras de sus labios y sus ojos verde claro están ahora escondidos tras unas oscuras gafas de aviador. Tras él entran otros dos chicos con un estilo bastante parecido al suyo y que no pueden evitar reír al escucharle. Uno de ellos, un joven también alto y bastante más flacucho, con la piel pálida, el pelo negro, los ojos color azul celeste y un piercing bajo el labio, habla con una sonrisa mientras avanza hacia la cocina- Si realmente Eli fuera nuestra madre nos habría abandonado en la puerta de un orfanato hace bastante tiempo...

Eh, estoy de acuerdo con el de las baquetas... -Dice Eli mientras baja las escaleras, sonriendo cabronamente de medio lado. Cuando ve a los chicos, frena en seco a tres escalones de llegar al suelo, mirándoles con el ceño fruncido- Además, me faltan dos hijos.

El que habló en primer lugar pone los ojos en blanco y sacude la cabeza, echando a andar también en dirección a la cocina seguido por Eli y otro muchacho al que la chica recibe con un fugaz pero intenso beso sobre los labios- Brian y Johnny se han quedado en el estudio, Larry les dijo que quería volver a grabar unas cuántas cosas para la maqueta y no les ha quedado más remedio...

Eli, que se queda parada la puerta, apoyada en el marco y con los brazos cruzados, le mira con una ceja arqueada mientras el muchacho de ojos verdes rebusca algo de comer en uno de los armarios situados sobre la encimera- ¿Y cómo es que no les habéis esperado...?

Porque somos unos amigos de mierda. -Interviene el de ojos azules con una leve sonrisilla y su brazo derecho apoyado sobre la nevera mientras sostiene una lata de cerveza ya medio vacía en su mano.
Este comentario arranca la risa del resto de los presentes, incluida la propia Eli, que pone los ojos en blanco y sacude ligeramente la cabeza. El chico de pelo rapado, que finalmente ha encontrado lo que buscaba, cierra el armario y se gira hacia su amiga, hablando mientras se dispone a abrir un paquete de patatas fritas- Y porque conociendo a Larry nos tendría ahí hasta que terminásemos de grabar este disco y otros dos más por lo menos, y yo, personalmente, soy un ser humano y tengo necesidades... -se lleva un puñado de patatas a la boca y habla con la boca llena de una forma bastante graciosa- comfo comfer por efemplo.

El tercero de los chicos, un muchacho de ojos color aguamarina, pelo negro y labios gruesos adornados con un par de snakebites, aparece por detrás de Eli y se coloca a su lado, mirándola y hablando con un tono tan sarcástico como su sonrisa- Sí, no como Brian y Johnny, que no son seres humanos.

El muchacho de ojos azules, que sigue apoyado contra la nevera, toma entonces la palabra- Matt tiene la teoría de que son reptilianos, ya sabéis, mutantes alienígenas que se esconden en una forma humana pero que realmente están compinchados entre ellos para destruir a la humanidad, ¿verdad, Shadz? -dice, dirigiendo la mirada hacia su amigo, que disfruta de su crujiente aperitivo apoyado contra la encimera.

Con gesto divertido, Matt arquea las cejas y habla mientras mastica las patatas, entre risas- Bueno, según a quién preguntéis por ahí, yo soy de los cinco el que más rasgos de reptiliano tiene...

Todos rompen a reír, incluida Eli, que fingiendo escandalizarse entierra la cara entre sus manos- ¡Matthew Charles Sanders! -exclama, incrementando aún más las carcajadas de sus compañeros de piso.

El chico de los snakebites, de pie a su lado, es quien toma ahora la palabra, mirándola con curiosidad- ¿Y tu amiga?

Tras dar un largo trago a su cerveza, el muchacho de ojos azules interrumpe la conversación, mirando a su amigo con el ceño ligeramente fruncido y una media sonrisa cabrona dibujada sobre sus labios- ¿Sabes, Zacky? Que le preguntes a Eli por su amiga justo después de hacer una referencia a la polla de Matt es algo bastante turbio, tío...

Todos vuelven a reír de nuevo salvo Eli, que esta vez hace verdaderos esfuerzos por contener sus carcajadas y fulmina a su amigo con la mirada, tratando de aparentar toda la seriedad que puede aunque evidentemente le es imposible- Cuidado con lo que dices, Sullivan. -Pasea sus ojos oscuros por los rostros de los otros dos- Más os vale mantener... vuestras... partes alejadas de mi amiga. -Se aclara la garganta, sintiendo que se le hace imposible contener la risa un segundo más- Yo la vi primero, y os llevo bastantes años de ventaja... -ríe.

El muchacho sacude la cabeza, deja el botellín de cerveza vacío sobre la nevera y se estira la camiseta, hablando en tono chulesco mientras camina, decidido, hacia la puerta de la cocina- Veremos si ella puede mantener las suyas alejadas de mi... Nadie se resiste a los encantos de Jim-Jam, nena. -Dice en un tono que mezcla lo sarcástico y lo chulesco, haciendo reír a todos. Eli suspira largamente y pone los ojos en blanco, y junto a los otros dos chicos echa a andar detrás del moreno, de camino al recibidor en busca de Ana.

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Por su parte, la chica de ojos verdes, que ajena a todo permanecía absolutamente embelesada con la hermosa guitarra que había capturado toda su atención, sale de su ensimismamiento cuando escucha un barullo de voces acercarse por el pasillo. Mierda, ya están aquí, piensa para sí, sintiendo unas mariposas en el estómago que hacen que incluso le tiemblen las piernas. Por un momento había olvidado por completo al resto de habitantes de la casa, perdiendo el sentido del tiempo y el espacio. Entrar en esa sala fue para ella como adentrarse en un universo paralelo que, durante los pocos minutos que lleva ahí dentro, la desinhibió totalmente del resto del mundo, pero ahora que ha vuelto a bajar a la Tierra vuelve de nuevo a reencontrarse con esa timidez y esos estúpidos nervios que afloran en su interior a la hora de conocer a gente nueva.
Es en ese momento cuando se da cuenta de que quizá haya ido demasiado lejos.
Cuando Eli le dijo que podía pasearse por la casa a su antojo no especificó que debiera mantenerse alejada de esa habitación en particular, pero viendo todo el material que hay ahí dentro quizá a su amiga se le olvidó mencionar ese detalle y Ana haya excedido los límites de la confianza entrando ahí como Pedro por su casa. Así pues, rezando por no ser descubierta, la muchacha de pelo castaño sacude la cabeza y echa a andar hacia la puerta con paso apresurado y, al salir, cierra tras de sí mientras internamente agradece a todos los dioses que conoce el no haber sido descubierta. Nuevamente da a parar al larguísimo pasillo que conduce al recibidor y comprueba que pese a que las voces se escuchan ahora más cerca de ella, no hay ante sus ojos rastro de ninguno de los chicos.
Tras suspirar profundamente, se estira la camiseta y se pasa una mano por el pelo, intentando adecentarse un poco. Acto seguido echa a andar con paso decidido en dirección al recibidor, aunque lo cierto es que los nervios se la están comiendo por dentro.

Jimmy, Eli, Zacky y Matt atravesaban el vestíbulo sumidos en una aparentemente interesante conversación cuando, de pronto, se ven obligados a detenerse sobre sus pasos al ver aparecer por el pasillo a una muchacha de largos cabellos ondulados, piel pálida y ojos verdes que viste unos shorts vaqueros y una camiseta de tirantes y que instantáneamente atrae la atención y las miradas de todos, que se quedan callados de golpe. Cada uno de los muchachos reacciona de una manera diferente y podría decirse que las caras de los tres chicos son un auténtico poema en contraste con la de Eli, que mira a su amiga con una amplia sonrisa cabrona. Ana, por su parte, se ha quedado cortadísima. No esperaba topárselos tan directamente, tan de lleno, y de pronto se siente pequeña e insignificante de pie delante de tres tíos enormes y enteramente tatuados que la miran de arriba abajo como si estuviesen en un chequeo rutinario propio del ejército. Desde luego no es el prototipo de gente que Annie relacionaría con una casa tan... familiar, pero por otro lado no le sorprende nada viniendo de Eli. ¿Con quién más que con una panda de tíos tatuados y llenos de piercings iba a compartir piso su amiga?- Hola... -musita la joven, recorriendo con la mirada los rostros de cada uno de los chicos y forzando una sonrisa ridículamente tímida. Tiene el corazón a mil por hora, y lo único que puede hacer en ese momento es rezar porque sus nervios no se noten demasiado, aunque está segura de que todos se han percatado ya.

Antes de dar tiempo a sus amigos a responder, Eli se les adelanta y se sitúa al lado de Ana, pasándole un brazo sobre los hombros y mirando a los chicos con una sonrisa amplia y casi orgullosa- Chicos, esta es Ana, pero vosotros podéis llamarla Señora White, dado que, para vuestra desgracia, es mi mujer. -Ríe, coreada por su amiga, que continúa mirando a los chicos con curiosidad, intentando adivinar sin éxito alguno sus identidades. Eli vuelve a hablar- Ana, estos son los idiotas de mis amigos. -Clava su mirada en Matt- Él es...

Matt. -Le interrumpe el muchacho de ojos verdes, tendiéndole la mano y dedicándole una sonrisa que deja a la vista esos dos característicos hoyuelos suyos- Un placer, Ana.

Ésta le devuelve la sonrisa y le estrecha la mano con firmeza- Igualmente, Matt.

Jimmy, al lado de Sanders, pone los ojos en blanco y sacude la cabeza, hablando con una sonrisa cabrona- No te dejes engañar, Ana, es todo fachada. Lo más cerca que ha estado en su vida de ser un caballero fue cuando me abrió la puerta de mi habitación después de llegar a casa a las tantas, y fue porque yo estaba tan borracho que era totalmente incapaz -ríe, haciendo reír a la muchacha y al resto de los presentes, entre ellos el propio Matt. Con una sonrisa divertida y haciendo gala de su habitual desparpajo a la hora de hablar, Jimmy empuja a su amigo hacia un lado con bastante poca discreción y se queda frente a Ana- Yo soy Jimmy, bienvenida a la locura.

Annie le dedica una sonrisa visiblemente más relajada, haciendo un leve gesto de asentimiento con la cabeza y soltando una risilla por lo bajo- Creo que podré acostumbrarme...

Eli suelta una carcajada sarcástica, intercambiando miradas cómplices con el resto de los chicos, y sacude la cabeza- Oh, créeme que no...-ríe, coreada por los demás.

Los ojos verdes de Ana aterrizan entonces en los color aguamarina de Zacky, que de pie junto a los otros dos chicos espera pacientemente su turno para presentarse. Frunciendo ligeramente el ceño en gesto dubitativo pero sin perder la sonrisa, Annie entrecierra ligeramente los ojos y le señala con el dedo, hablando en tono interrogante, sin estar segura de lo que dice- Déjame adivinar, tú eres... Zacky, ¿verdad?

El muchacho asiente, sonriente- El mismo. Encantando de conocerte por fin, Ana.

Ella le devuelve la sonrisa- Igualmente. Eli me ha hablado mucho de ti... -Dice, intercambiando una mirada cómplice con su amiga.

Zacky, sin perder su sonrisa, se rasca la nuca en un gesto tímido- Cosas buenas, espero.

Eli le mira con una ceja arqueada mientras hace verdaderos esfuerzos inútiles por reprimir una media sonrisa,hablando en tono sarcástico- Por supuesto que no.

Matt, que no ha dejado de mirar a Ana ni un segundo con una sonrisa amplia y la misma ilusión que un niño pequeño al hacer un amigo nuevo, toma entonces la palabra- ¿Has tenido un buen viaje?

Annie asiente, igualmente sonriente- Sí, ha sido...

Hey, hey, hey! -Interrumpe Jimmy, atrayendo la atención de todos para después mirarles uno por uno con las cejas arqueadas en fingido gesto de sorpresa- ¿No hemos invitado a nuestra nueva huésped a un cóctel de bienvenida y ya estamos preguntándole por el viaje? Caballeros, dónde han quedado vuestros modales... -ríe, coreado por los demás, y echa a andar hacia la cocina, hablando mientras desaparece pasillo adelante seguido por el resto de los presentes- Estos corren a mi cuenta...

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Conforme va pasando el tiempo, la atmósfera en esa casa se vuelve cada vez más cómoda para Annie, que enseguida parece haber sido acogida en el grupo como una más. Sentados ahora todos en la enorme mesa de madera situada en el centro de la igualmente inmensa cocina, los muchachos, Eli y su invitada conversan alegremente, bromeando y riendo entre ellos como si se conociesen de toda la vida. Tras hacerle las preguntas de cortesía a la chica de ojos verdes acerca del viaje, su trabajo y su vida en Atlanta, la conversación acaba desviándose hacia temas de lo más diversos a medida que las cervezas, las copas de vino y los cacharros de whiskey con hielo se suceden uno tras otro a una velocidad pasmosa. Ana termina sentada al borde de la mesa, con las piernas colgando y sumida en una conversación con Matt que parece tener bastante inmersos a ambos muchachos, y mientras tanto Eli, Zacky y Jimmy parecen estar pasándoselo rematadamente bien mientras intentan meter una pizza congelada en el horno, dado que los tres están tan borrachos que les resulta imposible introducir la bandeja correctamente y eso solo hace que hacerles reír aún más fuerte.

Sanders, que mantiene toda su atención en su nueva invitada, no le quita los ojos de encima ni un segundo mientras ella le habla. Parece que su única preocupación en ese momento es estudiarla a fondo, pasear sus ojos verde claro por cada una de las facciones de la muchacha y maravillarse cada vez más con lo que tiene ante sí, quizá por el alcohol o quizá también por la innegable belleza de la joven, o quizá por una mezcla de ambas.
Ana, por su parte, hace bastante que perdió la noción del tiempo, y gracias a la cantidad de alcohol que corre por sus venas, también la timidez y los nervios que la acompañaban al principio, pues se expresa con toda la soltura y la naturalidad del mundo, gesticulando con las manos y soltando risillas por lo bajo cada dos por tres.

Matt, tras darle un largo trago a su botellín de cerveza, vuelve a dejarlo sobre la mesa al lado de Ana y se reclina hacia atrás en la silla de madera, entrelazando los dedos de sus manos sobre su barriga y mirando a la joven con una de esas sonrisas suyas que muestran esos dos adorables hoyuelos y que parecen quitarle unos cuantos años de encima- ¿Así que no habías oído hablar de nosotros nunca...?

Ana tiene las manos apoyadas a cada lado de sus piernas, las cuales balancea adorablemente en el aire. Sacude la cabeza enérgicamente y sonríe con cierta timidez, como si le diese un poco de vergüenza tener que admitirle su ignorancia- No... Y lo cierto es que... sigo sin saberlo... -Ríe- ¿Os lo ha dicho Eli...?

Sanders asiente, sin borrar su sonrisa ni un solo segundo- Sí, pero no te preocupes, no te culpo. -Se encoge de hombros- Lo cierto es que yo tampoco nos escucharía, damos bastante pena. -Ríe, coreado por Ana, que antes de tener tiempo de hablar es interrumpida por la llegada de Eli.
Al escuchar su nombre, la chica de pelo negro se acerca a la mesa y mira a los dos muchachos con curiosidad y una media sonrisa inducida por el alcohol, sosteniendo una copa de whiskey entre sus manos- ¿Qué ha hecho Eli esta vez...?

Matt sacude la cabeza- Estaba diciéndole a Ana que fuiste tú quien nos dijo que no sabía quiénes éramos...

Eli asiente, convencida- Oh, así es. Y, de hecho, aún no se lo he dicho solo porque quiero ver su cara cuando descubra el pastel... -ríe, dirigiendo una mirada cómplice a Ana, que pone los ojos en blanco y ríe también.

¿¡Cómo?! -Exclama Zacky desde la otra punta de la cocina mientras, a su lado, Jimmy permanece agachado, decidido a no darse por vencido en su intento de introducir la pizza en el horno. El chico de los snakebites, que ha alcanzado a escuchar esa última parte de la conversación, mira a Annie con los ojos abiertos como platos, fingiendo su sorpresa de forma casi profesional- ¿¡No sabes quiénes somos?! Entras en nuestra casa, te bebes nuestro alcohol... ¿¡Y aún no has comprado ni un mísero disco!?

Su pluscuamperfecta actuación arranca las carcajadas de todos los presentes y Eli, en gesto protector, se coloca de pie al lado de Ana, que sigue sentada encima de la mesa, y la abraza contra su pecho, rodeándola con los brazos y mirando a Zacky mientras intenta reprimir inútilmente su sonrisa- Oye, no le hables así a mi mujer, que me la vas a asustar...

Jimmy, que por fin ha conseguido meter la pizza en el dichoso horno, se pone de pie, mira a Ana y habla con una sonrisa también empapada de alcohol- No llevas ni medio día aquí y ya debes de tener ganas de salir corriendo -ríe- La verdad es que sería una decisión bastante acertada ahora mismo...Calculo que en más o menos un par de horas Matt acabará en gayumbos subido en alguna superficie alta cantando alguna mierda de...yo qué sé, Duran Duran.

Sanders, al escucharle, le fulmina con la mirada y Ana ríe. Por su parte, desoyendo las palabras de su amigo, Zacky continúa con su actuación, alzando en alto la copa de vino que sostiene en su mano derecha y pasando sus ojos color aguamarina por los rostros de todos los presentes- Ya está, tengo una idea. Hagámosle una demostración, enseñémosle quiénes son realmente Avenged Sevenfold...

Al oír las palabras de su chico, una sonrisa amplia y emocionada se dibuja en los labios de Eli, que alza también su copa- ¡Sí, sí, sí!

Matt, con el brazo derecho extendido sobre el respaldo de su silla, en la que ahora está sentado de medio lado y con las piernas cruzadas, mira a Zacky con una media sonrisa incrédula y habla en un tono perceptiblemente sarcástico- ¿Sin Johnny ni Brian? Una brillante idea, Zacky, te dejaremos el bajo a ti para que le sustituyas...

Jimmy ve entonces su momento de intervenir en la conversación, hablando mientras saca un botellín de cerveza de la nevera y mirando a Matt con el ceño fruncido y una media sonrisa cabrona- ¿Sustituirle? ¿Al bajista? ¿Quién coño necesita un jodido bajista? Ni siquiera creo que tengan derecho a ser sustituidos...

El resto de los presentes estalla en carcajadas y finalmente es Eli la encargada de aportar algo de seriedad a la conversación, hablando con el ceño ligeramente fruncido- Hablando de Johnny y Brian... ¿Dónde están? -ríe- Es casi la hora de cenar y... -arquea las cejas tras una pausa dramática- Nunca se pierden la hora de cenar.

Apoyado ahora en la encimera, Sullivan habla tras darle un largo trago a su cerveza, encogiéndose de hombros- Brian habrá ido a casa de Michelle, y Johnny...-frunce el ceño- ¿Quién es Johnny?

Descolocada ante la pregunta, la chica de pelo negro arquea las cejas de nuevo- Tu bajista, idiota. -Ríe.

Jimmy abre mucho los ojos en gesto de fingida sorpresa- Oh, ¿es bajista? -Hace un gesto con la mano para restarle importancia a sus palabras, hablando con una sonrisilla cabrona que se le hace imposible de reprimir- Entonces con razón que no me acuerde de él.

Eli pone los ojos en blanco y rompe a reír, coreada por todos los demás. Matt sacude la cabeza y suspira, dirigiendo su mirada a Ana y sonriendo de medio lado- Lo siento, me temo que tu concierto de bienvenida tendrá que esperar mientras mi guitarrista y mi bajista sigan en paradero desconocido...

Annie sacude la cabeza con una sonrisa, restándole importancia a la situación.
Justo en ese momento se escucha cerrarse la puerta principal y de pronto la atención de todos se centra en la de la cocina, por la que no tarda en aparecer una cara totalmente nueva para la chica de ojos verdes. Se trata de un muchacho con un aspecto bastante peculiar, pero que no dista demasiado del del resto de los chicos. Es algo más bajito que los demás y tiene el pelo marrón oscuro peinado en una cresta. Viste unos vaqueros negros anchos y una camiseta blanca de manga corta sobre la cual lleva puesta una chupa de cuero negro adornada con puntiagudas tachuelas de metal por el cuello y los hombros. Al ver que de repente toda la atención se centra en él, el joven frena en seco en el umbral de la puerta y pasea sus ojos color café por los rostros de los ocupantes de la cocina, arqueando levemente las cejas y sonriendo de medio lado de forma casi imperceptible, confuso- ¿Qué...?

Sacando de pronto toda su energía de Dios sabe dónde, Jimmy se levanta de la encimera de un salto y habla mirando fijamente al muchacho, alzando progresivamente el tono de su voz y haciendo reír a todos con cada cosa que dice- ¿Qué? ¿¡Qué?! ¡Maldita sea, Jonathan! ¿¡Dónde te habías metido?! ¡Nos tenías muy preocupado! ¿¡Te largas durante todo el día, no contestas al teléfono y vienes justo para la hora de cenar a comerte nuestra comida?! -Extiende su botellín de cerveza hacia él en gesto falsamente amenazador, y la cara de Johnny es cada vez más poética- ¡Maldita sea, encima eres un puto bajista! ¿¡Por qué, Seward?! ¿¡Acaso nunca te cansas de decepcionar a todo el mundo!?

El resto de los presentes está riéndose tanto que las lágrimas empiezan a aflorar de sus ojos, e incluido el propio Johnny, que a pesar de estar más que acostumbrado a esos repentinos y divertídisimos ataques de locura de su batería, nunca fallan en cogerle por sorpresa. Ahora que ve a Jimmy avanzar hacia él, el bajista retrocede un par de pasos hacia atrás, alzando las palmas de sus manos en muestra de su inocencia- Yo...tuve que quedarme en el estudio y... -pero antes de tener tiempo siquiera de terminar la frase, Sullivan le pega un suave puñetazo en la barriga que hace al chico soltar un leve quejido y reír, iniciando una pequeña pelea con su amigo que mantiene bastante entretenidos a todos los presentes durante los pocos segundos que dura, dado que Jimmy finalmente exhala un suspiro largo y rodea con un brazo los hombros de su amigo, atrayéndole con fuerza hacia él- Ahhhh, Johnny, ¿Dejarás de darnos estos disgustos algún día...? -Le ofrece su botellín de cerveza, que es rápidamente aceptado por el bajista, y dirige entonces su mirada hacia Ana- Eh, por cierto, no has saludado a nuestra invitada.

El muchacho de la cresta, que a decir verdad ni siquiera había reparado en la cara nueva de la casa, centra su mirada en ella y sonríe, algo cogido por sorpresa, y antes de tener tiempo a hablar, es Jimmy quien actúa como intermediario, sin soltar a su amigo y hablando visiblemente afectado por el alcohol- Johnny, esta es Ana. Ana, este es Johnny, la desgracia de la familia.

El bajista le da un suave codazo en las costillas a su amigo y la chica de ojos verdes rompe a reír, sacude la cabeza y alza la cerveza en su dirección a modo de saludo, un gesto que enseguida le es correspondido por su nuevo interlocutor. Sin embargo, su atención se ve de nuevo desviada hacia Jimmy, que soltándole por fin le mira con el ceño fruncido, interrogante- ¿Y Brian?

Johnny le da un trago a su cerveza y habla a continuación- Ha ido a casa de Michelle.

Matt, que sigue sentado en el mismo sitio y en exactamente la misma posición, clava la mirada en su bajista y habla con el ceño fruncido- ¿Michelle? -Mira a Eli, algo confuso- Pensaba que lo habían dejado...

La chica de pelo negro, completamente ajena a la situación, se encoge de hombros y desvía su mirada hacia Jimmy, al igual que el resto de los presentes. Al darse cuenta de que de repente se ha convertido en el centro de atención, el batería abre ligeramente los brazos en señal de inocencia- A mi no me miréis, yo no sé nada.

Es Zacky quien toma ahora la palabra, atrayendo la atención de todos y hablando tras soltar una carcajada sarcástica mientras saca la pizza del horno para después colocar la bandeja sobre la encimera- De todos modos, ¿quién sabe algo de Brian alguna vez...?

Tomando la delantera, Sanders da una palmada y se pone de pie- Bueno, lo que sea. El caso es que no está y dudo que vaya a venir a cenar, con lo que tocamos a más pizza cada uno. -Ríe coreado por los demás, que parecen alegrarse bastante ante ese dato.

En cuestión de un par de minutos, Zacky termina de cortar la pizza y es el encargado de llevarla a la mesa, de modo que para cuando el plato de porcelana se apoya sobre la superficie de madera, todos están ya sentados, mirando la comida con ansias y abalanzándose sobre las porciones en cuanto tienen oportunidad. Lo cierto es que está deliciosa, y para desgracia de todos se acaba bastante antes de lo que les gustaría, aunque nadie queda con hambre.
Tras apartar los platos, los muchachos acaban prolongando la sobremesa más de lo que en un principio tenían planeado, adentrándose ya en altas horas de la madrugada y descartando, conforme avanzan las agujas del reloj, todas sus intenciones de salir de fiesta. Aunque todos se lo pasan en grande y disfrutan de las conversaciones y las risas, es evidente que los ánimos van poco a poco decayendo a medida que el cansancio va ganándole terreno a la coherencia.

A eso de las cuatro de la mañana los comensales deciden por fin levantarse de la mesa e ir retirándose a sus habitaciones, así que tras despedirse de Johnny y Jimmy, que duermen en el piso de abajo, Eli, Zacky, Matt y Ana emprenden su camino escaleras arriba, rumbo a sus respectivos dormitorios. El primero en descolgarse es Sanders, que ocupa la primera habitación al principio del pasillo, y después le toca el turno a Zacky, que comparte habitación con Eli. Sin embargo, la muchacha de pelo negro decide acompañar a Ana a su cuarto, al fondo del pasillo y junto a una puerta de madera que lleva cerrada todo el día.

Annie avanza con paso cansado hacia la cama y se deja caer a peso muerto sobre el colchón, y lo mismo hace Eli, tumbándose a su lado. Ambas muchachas se quedan unos segundos en silencio hasta que la morena, recuperando la consciencia, abre los ojos y gira la cabeza hacia su amiga, hablándole en un tono bajo para no perturbar su calma ahora que tiene los ojos cerrados- ¿Qué tal te lo has pasado, muchacha?

Sintiendo un peso sobre los párpados que le impide abrir los ojos, Ana, tumbada boca arriba, sonríe y habla con su voz totalmente dominada por el alcohol, pronunciando las palabras con torpeza y tropezándose con algunas sílabas- Bien... Muy bien. Tus amigos están locos -ríe, coreada por la otra chica, que asiente, arqueando las cejas y hablando en tono sarcástico- Créeme, lo sé. Con ellos es imposible aburrirse.

Ana no dice nada, simplemente se limita a ampliar su sonrisa a modo de respuesta.
Viendo que su amiga está a punto de quedarse dormida, Eli suelta una risilla por lo bajo y sacude la cabeza, poniéndose de pie en un gesto ágil y hablando mientras camina hacia la puerta- Nos vemos mañana si Dios y la resaca nos permiten salir de la cama. -ríe, parándose en el marco de la puerta y lanzando una última mirada a Ana que esta, por razones evidentes, no le corresponde- Buenas noches, perra.

Incapaz de hacer absolutamente ningún otro movimiento, sin siquiera verse capaz de abrir los ojos, Annie alza el brazo derecho y el pulgar de su mano, indicándole a la muchacha que la ha oído y entendido pero que en ese momento sus facultades físicas le impiden elaborar una respuesta coherente, o una respuesta a secas.

Sin poder evitarlo, Eli rompe a reír por lo bajo y sacude la cabeza, apagando la luz en el interruptor que está junto a la puerta para después abandonar la habitación, cerrando tras de sí. Ana ni siquiera tiene tiempo de escuchar los pasos de su amiga alejándose por el pasillo, pues cae al instante en un profundo sueño.

Notes

Hola! Mi nombre es Anna y esta es la primera historia que publico, así que me ayudaríais muchísimo si pudiéseis decirme qué os parecen los capítulos! ^^

Tengo ya bastantes más escritos que iré subiendo poco a poco, así que espero que seáis pacientes y que os quedéis conmigo para descubrir qué le deparan a Annie estas vacaciones de verano!

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